El uso de las redes suscita un
amplio debate no sólo en el sector educativo, sino en la sociedad civil.
Defensores y detractores se empeñan en lanzar argumentos a favor o en contra de
un escenario tan complejo y heterogéneo. Pero lo que, en el fondo, está por
detrás de su empleo es la necesidad universal y fundamental de los seres
humanos para la comunicación. Lo único que ha cambiado ha sido la forma de
llevar a cabo la misma y el contexto en que se desarrolla. Desde la
prehistoria, cuando nos contábamos historias alrededor de la hoguera en la
sabana de África, hasta la actualidad, en que el relato no es presencial y
viaja por el ciberespacio. Hemos pasado
de tener pocos, pero intensos contactos, a entretejer fórmulas de interrelación,
quizá más débiles, pero con un número interminable de contactos.
Fuente: http://www.connectedthebook.com/index.html
Teléfonos inteligentes, redes
sociales y nuevas aplicaciones de mensajería instantánea han modificado en muy
poco tiempo las condiciones y estructura de la relación, pero también de la
vida personal, de la capacidad de cada individuo para estar consigo mismo, sin
necesidad de nada ni de nadie. Y las generaciones más jóvenes han penetrado sin
miedo en este singular y divergente mundo. Sin miedo, pero también muchas veces
sin precaución. Como quien entra en una habitación, simplemente abriendo la
puerta, e instalándose cómodamente, con soltura, como si lo hubiesen hecho toda
la vida. Bastan unos instantes para adaptarse, reconocer, conocer… Y actuar,
hacer. Y ser. Porque cuando uno hace, expone y actúa,
uno es. De una manera u otra. Consigo mismo y con los demás. Expone y
se expone. Dice y habla. De sí y de otros, da su opinión, ilustra, vehicula su
parecer. En un entorno, al que nos referimos, sin fronteras, límites ni
espacios para parar y pensar.
Niños, adolescentes y jóvenes son,
en términos acuñados por Marc Prensky, nativos digitales, generación net,
millennials… El término opuesto es más genérico: inmigrante digital. Son
etiquetas que pretenden ilustrar el modo de proceder y la manera en que, unos y
otros, nos situamos ante las tecnologías
de la información y la comunicación y, en concreto, la manera en que nos
apropiamos de ellas, las incorporamos a nuestra forma de estar en la vida. Los
más pequeños han nacido en la era digital, pero adquieren los conocimientos a
través del aprendizaje, tanto por procesos formales como informales. El entorno
familiar, la escuela, el grupo de amigos… pone a su alcance, más o menos
ordenadamente, consciente o inconscientemente, estos procesos de aprendizaje.
En consecuencia, no basta con nacer en
(una determinada generación), sino en hacer
con (tecnologías al alcance). Y aquí es donde la institución educativa,
como uno de los agentes implicados en la transmisión de conocimientos, juega un
papel relevante. Educar es ilustrar,
acompañar, hacer juntos, opinar, mediar, explicar, medir, reflexionar… porque
el problema no es el mundo digital en sí, sino cómo aprender a ser verdaderos
ciudadanos digitales y no meros consumidores de un mercado en permanente
expansión y transformación. La educación en ciudadanía digital es,
probablemente, uno de los retos más relevantes y significativos de los sistemas
educativos y, por supuesto, de la educación en el contexto familiar y social.
Para saber más:
Christakis.
Nicholas.A.; Fowler, James.H. Connected.
The surprising power of our social networks. http://www.connectedthebook.com/
Prensky, Marc. (2001). Digital
Natives, Digital Immigrants. Disponible en: http://www.marcprensky.com/writing/Prensky%20-%20Digital%20Natives,%20Digital%20Immigrants%20-%20Part1.pdf.
Acceso 10/10/2015.
Rodríguez, Delia. (25/04/2010). Conectados. La era de las
redes sociales. El País Diario.
Disponible en: http://elpais.com/diario/2010/04/25/eps/1272176815_850215.html.
Acceso 22/10/2015.
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